Francisco siguió el Vía Crucis desde el Vaticano con el eje en “voces de paz en un mundo en guerra”

El papa Francisco siguió desde el Vaticano el tradicional Vía Crucis del Coliseo romano, que este año estuvo centrado en las “voces de paz en un mundo en guerra” con testimonios de varios países, y al que no pudo asistir por las bajas temperaturas que atraviesan la capital italiana, luego del alta médica tras su internación por una bronquitis.

El pontífice se unió desde su residencia de Casa Santa Marta “en oración” a las casi 20.000 personas que participaron de la celebración en la que se leyeron 14 reflexiones y pedidos por la paz: que reflejaron realidades de personas en situaciones de migración, guerra o conflictos y que fueron recolectadas por el Papa en todo el mundo.

Los testimonios, leídos por dos periodistas italianas, “proceden de tierras heridas por bombas, disparos, misiles u odios fratricidas. Son hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, padres o consagrados”, aseguraron desde el Vaticano.

Antes del Vía Crucis, el Papa celebró en la Basílica de San Pedro la denominada Pasión del Señor, que recuerda, según la tradición cristiana, la muerte de Cristo, aunque Francisco no se recostó en la nave central de la basílica al inicio de la ceremonia como en años anteriores, sino que quedó en silencio durante casi dos minutos sentado en la silla de ruedas en la que llegó, como es costumbre en las ceremonias a partir de los problemas de rodilla que tuvo en 2022.

El sábado, Jorge Bergoglio tendrá a su cargo la Vigilia de Pascua a las 19.30 locales (14.30 de Argentina) y el domingo, tras la Misa matutina del denominado Día de Resurrección, dará su mensaje Urbi et Orbi desde la Basílica vaticana, en el que, como de costumbre, recorrerá distintas problemáticas mundiales.

Las estaciones del Vía Crucis del Coliseo romano

En la oración inicial, se recordó el sufrimiento de “tantos hermanos y hermanas que en el mundo han sufrido y sufren la falta de paz, dejándonos interpelar profundamente por los testimonios y ecos que han llegado a los oídos y al corazón del Papa incluso durante sus visitas”.

La primera meditación, en tanto, llegó de la denominada “Tierra Santa”, que en las últimas horas vive una escalada del conflicto, y el testimonio lamenta que allí “la violencia parece ser nuestro único lenguaje”.

El segundo testimonio, de un migrante de África occidental, recordó sus seis intentos por llegar a Europa: “Permanecí en un centro durante seis meses y allí perdí la razón; cada tarde preguntaba a Dios por qué, ¿por qué hombres como nosotros deben considerarnos enemigos? Muchas personas que huyen de la guerra cargan cruces similares a la mía”.

Luego, las voces de paz de los jóvenes de Centroamérica lamentaron un entorno en el que ven “crecer las espirales del narcotráfico, de la violencia, de las dependencias y la explotación de las personas, mientras muchas familias siguen llorando la pérdida de los hijos; y la impunidad del que estafa, secuestra y mata no tiene fin”.

Una madre sudamericana, en tanto, recordó en su texto que “en el 2012 la explosión de una bomba puesta por los guerrilleros” le destrozó una pierna.

Unidos en la siguiente estación, tres migrantes provenientes de África, Asia del Sur y Medio Oriente entrelazaron sus historias diferentes pero que coinciden en sentirse víctimas del odio. De ahí la petición de perdón a Dios leída en la noche fría romana porque “te hemos despreciado en los desgraciados” y “te hemos ignorado en los necesitados”.

Un sacerdote dio voz a la península balcánica en la siguiente estación, en la que relató cómo, siendo párroco en plena guerra, fue deportado a un campo sin comida ni agua.

Dos adolescentes del norte de África que viven en campos de desplazados, plantearon luego que quieren estudiar y jugar, pero no tienen ni espacio ni oportunidad.

Los fieles del Sudeste Asiático también hablaron al mundo y dijeron: “Somos un pueblo que ama la paz, pero estamos aplastados por la cruz del conflicto”, tras lo cual denunciaron “el comercio de armas sin escrúpulos”.

Fue una monja también la voz de África Central que relató la terrible mañana del 5 de diciembre de 2013cuando los rebeldes asaltaron su aldea. “Mi hermana desapareció y nunca volvió”, planteó.

En la décima estación, las meditaciones corrieron por cuenta de un joven ucraniano y otro ruso.

El primero relató su huida de Mariúpol a Italia, con su padre varado en la frontera, y su regreso a Ucrania. “Hay guerra en todos los bandos, la ciudad está destruida”. El segundo evocó en tanto a su hermano mayor muerto y a su padre y abuelo desaparecidos. Juntos, pidieron la purificación del “resentimiento”, del “rencor”, de las “palabras y reacciones violentas”.

El sufrimiento también lo compartió un joven de Medio Oriente que desde 2012 vive una guerra “cada día más horrenda”.

Palabras de esperanza llegaron desde una mujer de Asia Occidental que vio morir a su hijo pequeño bajo una granada de mortero junto a su primo y vecino, y luego una monja de África Oriental revivió la muerte de su hermana a manos de terroristas el día en que su país celebra el Acuerdo de Independencia.

Por último, aparecieron las “voces de paz” en las historias de las niñas del Sur de África, secuestradas y maltratadas por los rebeldes.

Con información de C5N

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