La mayoría de las fuentes van a coincidir en que Gil nació en la década de 1840 en Pay Ubre, cerca de Mercedes, en el corazón de Corrientes. Su violento asesinato, el 8 de enero de 1878, es el puntapié inicial del culto a su imagen.
Tan hábil con el facón como para la danza, Gil era temido por los hombres y admirado por las mujeres. Padeció el horror de la Guerra de la Triple Alianza y fue reclutado por el Partido Autonomista correntino para pelear en las cruentas luchas intestinas que dirimían los conflictos políticos provinciales.
Cansado de derramar sangre por causas que no eran la suya, desertó. A este delito le sumó haber sido amado por la mujer que pretendía un comisario de la zona, lo que terminó de sellar su sentencia de muerte. Al estilo del Martín Fierro de José Hernández, el Gauchito continuó su vida al margen de la ley, resguardado por la peonada, quien lo apoyaba y lo consideraba su protector.
Tras un tiempo de evasión, terminó acorralado y fue capturado muy cerca de Mercedes. Los soldados, humildes como él y conocedores del respeto que le tenía el pueblo, no se atrevían a ejecutarlo. Así, el coronel a cargo del pelotón fue el encargado de degollarlo, mientras colgaba cabeza abajo.
Y acá se multiplican las versiones. Muchas aseguran que, antes de morir, el Gauchito miró a los ojos a su verdugo y le aseguró: “Con la sangre de un inocente se curará a otro inocente”.
Cuando el coronel regresó a su casa luego de haber entregado el cuerpo de su víctima, encontró a su hijo moribundo. Recordó las palabras de Gil y volvió al lugar de la ejecución. Juntó los restos de sangre que habían teñido la tierra y la usó para untar al chico, que milagrosamente se curó. Así, el hombre se convertía en el primer devoto.
Otras voces hablan de un rezo al Gauchito en reemplazo del uso de la sangre, pero en todas las versiones hay un niño enfermo que se salva gracias a la intervención de quien se convertiría en un nuevo santo popular. Rápidamente se construyó un santuario en el lugar de su muerte, sobre la ruta nacional 123, y el 8 de enero se convirtió en fecha de peregrinación.
Así, cada año Mercedes se tiñe de rojo, color del Partido Autonomista, con los miles de fieles que llegan al lugar desde todo el país para pedir, agradecer y vivir su fe al santo que se ganó el amor de todo un pueblo, al punto de ser reconocido de forma oficiosa por el Papa Francisco, quien aseguró que la Iglesia debe “acompañar” a los devotos. Además, en ocasión de una visita a la localidad correntina de Goya cuando era cardenal, recordó que existía una oración en honor al Gauchito, para rezar por los fieles difuntos.
Con información de C5N


