El impacto del regreso a clases en adolescentes y niños: claves para un inicio saludable

Con el comienzo de las clases, niños, adolescentes y adultos atraviesan un proceso de adaptación que puede generar tanto entusiasmo como ansiedad y estrés. Más allá de la vuelta a la rutina escolar, este período implica cambios emocionales que pueden afectar el bienestar y rendimiento de los chicos.

Las psicopedagogas Laura Perone y Amira Greco analizan las principales dificultades de este proceso y brindan herramientas para que padres y docentes puedan acompañarlo de manera saludable.

El regreso a clases: una experiencia singular

Cada niño y adolescente vive la vuelta a la escuela de manera única, influenciado por su contexto familiar, escolar y social. Mientras algunos sienten alegría por reencontrarse con sus compañeros y docentes, otros pueden experimentar angustia, ansiedad o temor al rechazo y al fracaso académico.

Greco explica que “es fundamental que los adultos de referencia, tanto en la familia como en la escuela, brinden espacios de escucha y contención sin emitir juicios”. La validación emocional y la identificación de los miedos y preocupaciones permiten reducir la angustia y facilitar la adaptación a la rutina escolar.

Perone advierte que los niños no siempre expresan la ansiedad de la misma manera que los adultos, ya que su aparato psíquico aún no está completamente formado. “Muchas veces la ansiedad se manifiesta con síntomas físicos, como dolores de cabeza o de panza sin una causa clara, insomnio, terrores nocturnos o cambios en el comportamiento, como irritabilidad o falta de interés en la socialización”.

Cuando estas señales se hacen evidentes, los adultos deben prestar atención. “Si un niño que solía ser tranquilo se vuelve irritable, evita socializar o muestra miedo excesivo a la escuela, es importante intervenir”, enfatiza Perone.

El rol de los padres: contención sin sobrecarga emocional

Los padres desempeñan un papel clave en la adaptación escolar de sus hijos. Para Greco, es esencial que los adultos confíen en la institución educativa como un espacio seguro, ya que “si los adultos no confiamos en que estarán bien cuando los dejen en la escuela, se dificulta la adaptación e intensifican las emociones negativas”.

Ambas especialistas coinciden en que los niños deben recibir apoyo emocional sin ser sobrecargados con expectativas académicas excesivas. “El error no debe considerarse un fracaso, sino una oportunidad para aprender”, señala Greco.

Perrone agrega que el manejo de la ansiedad en los adultos es clave para evitar que esta se proyecte en los niños. “Si los padres están desbordados y transmiten nerviosismo, los niños lo perciben y lo reflejan en su conducta”.

Para facilitar la adaptación, Greco recomienda:

  • Establecer una rutina progresiva, ajustando horarios de sueño y actividades con anticipación.
  • Equilibrar obligaciones escolares con momentos de descanso y ocio.
  • Evitar la sobreexigencia y priorizar el proceso de aprendizaje sobre los resultados.
  • Acompañar sin invadir, fomentando la autonomía de los niños en la resolución de desafíos.

La escuela como espacio de contención y aprendizaje

Más allá del ámbito familiar, la escuela tiene un rol central en la adaptación de los niños y adolescentes. Perone destaca que “no debería ser un espacio donde los chicos se sientan permanentemente evaluados y sometidos a una presión constante, sino un lugar de socialización y crecimiento”.

Greco amplía este concepto y enfatiza que “el aprendizaje está atravesado por factores psíquicos, emocionales y afectivos, que no podemos dejar de lado”.

En este sentido, recomienda que los docentes implementen estrategias para generar un ambiente positivo en el aula:

  • Crear un entorno acogedor, donde los estudiantes se sientan cómodos y valorados.
  • Establecer expectativas claras, comunicando objetivos y metas desde el inicio del ciclo escolar.
  • Fomentar la participación activa, con dinámicas grupales, debates y proyectos colaborativos.
  • Reconocer los logros, para reforzar la confianza de los estudiantes y motivarlos.
  • Utilizar recursos innovadores, apelando a la creatividad para despertar el interés en el aprendizaje.

“Los estudiantes no son solo cerebros que aprenden, sino sujetos atravesados por diversas tramas familiares y sociales que inciden en su forma de aprender”, destaca Greco. Por ello, es fundamental que la escuela sea un espacio donde cada estudiante sea atendido en su diversidad.

Adolescencia y el desafío del reencuentro escolar

En la adolescencia, el regreso a clases puede implicar un proceso más complejo, ya que se ponen en juego múltiples aspectos de la identidad y socialización. Según Greco, esta etapa requiere la construcción de espacios de diálogo donde los jóvenes puedan expresar sus inquietudes y miedos.

“Los adolescentes tienen una mirada crítica sobre su entorno. Es fundamental habilitar espacios de convivencia y debate que les permitan expresar lo que sienten”, comenta la especialista. No obstante, subraya que esto debe hacerse dentro de un marco de respeto por la autoridad, con normas y límites claros.

Para Perone, la ansiedad en los adolescentes suele intensificarse en épocas de exámenes. “El problema es que muchas veces no saben organizar su tiempo de estudio y acumulan el trabajo hasta último momento, lo que incrementa la presión”. Para evitarlo, recomienda que los adultos les ayuden a establecer metas realistas y a dividir el estudio en etapas.

Greco reflexiona sobre el rol de los adultos en esta etapa: “No debemos olvidar que también fuimos adolescentes. Cada generación tiene sus particularidades, pero en un mundo cada vez más desafiante, las figuras de apoyo siguen siendo indispensables”.

Cuándo buscar ayuda profesional

Si bien es esperable que el regreso a clases genere cambios emocionales, algunos indicadores pueden ser señales de alerta. Cuando un estudiante presenta síntomas persistentes, como aislamiento social, dificultades para concentrarse, pérdida de interés en actividades o un descenso significativo en su rendimiento académico, es recomendable acudir a un profesional.

“Muchas veces, los adolescentes atraviesan conflictos inconscientes que no logran procesar por sí solos”, explica Greco. Perrone coincide y subraya que “muchos padres esperan demasiado antes de buscar ayuda, y cuando lo hacen, la situación ya está instalada y es más difícil de manejar”.

El arranque de clases no tiene por qué convertirse en una fuente de estrés. Con el acompañamiento adecuado de padres y docentes, los niños y adolescentes pueden transitar este período con mayor seguridad y confianza, transformándolo en una oportunidad de crecimiento y aprendizaje. “Si aprendemos desde un lugar de cuidado y contención, el aprendizaje será más significativo y fortalecerá el desarrollo de cada estudiante”, concluye Greco.

Con información de Aire de Santa Fe

Compartir
ads
ads
ads
ads