Si bien se originó en la década de 1930 entre personas críticas del racismo institucional que sufrían los afroamericanos, en este siglo se fue extendiendo para abarcar a ciudadanos con conciencia sobre la justicia social.
Estos aspectos, vinculados a sectores a la izquierda del aspecto político, incluyen empoderamiento femenino, extensión de derechos a minorías raciales e identidades sexuales, legalización del aborto y redistribución de la riqueza en el marco de las desigualdades del capitalismo liberal.
Luego, sectores de ultraderecha comenzaron a utilizarlo en forma despectiva y convirtieron a lo que denominaron “agenda woke” y a sus impulsores en blanco de sus ataques, como un enemigo distinguible y con quien poder poder polarizar.
Esto incluye desde críticas a lo que llaman “cultura de la cancelación” hasta agresiones orquestadas en redes sociales y boicots a estrellas de Hollywood y negocios a los que vinculan con esta ideología.
Sin embargo, se trata de la importación de un término del mundo anglosajón, que no tiene necesariamente un correlato en América Latina. En la Argentina no es un término frecuente, ya que, tanto de manera peyorativa como neutra, se suele recurrir a la palabra “progre”, que no es una traducción exacta ya que incluye cuestiones socioeconómicas que sus presuntos homólogos norteamericanos no tienen en cuenta.