Apenas un tablero se constituía en la plaza, como por arte de magia, ahí estaba don Alberto.
Apenas un puñado de niños hacían alboroto en el tablero gigante, ahí llegaba don Alberto. Con las manos detrás de la espalda y desde allá arriba, analizaba con precisión de cirujano el tramo de la partida. Ya sabía los movimientos correctos, los planes, las amenazas.
Con su voz portentosa, ya estaba presto a sugerir a los niños qué movimiento hacer, qué precaución tomar. Por las noches, si a algún pícaro se le ocurría salir a montar en caballo de ajedrez por pura travesura, ya estaba don Alberto informando vía teléfono fijo para que las piezas vuelvas a su lugar. Un caballero del ajedrez. Así lo recordamos en el grupo de Ajedrecistas Aficionados de San Justo. Condolencias para su familia y seres queridos y nuestro homenaje eterno sobre los tableros para el gran Alberto Cairo.
Con información de Juan P Gaido