Con el tiempo, uno puede escuchar a Sandro en un montón de inflexiones de bandas del rock argentino: pienso en Babasónicos y también, en su momento, en algunos fraseos de Palo Pandolfo. Puede parece un poco tirado de los pelos, pero la marca de Sandro es mucho más profunda de lo que se cree.
Y su vigencia es total. Hace poco, de hecho, se estrenó un musical en el Teatro Coliseo que es una suerte de recorrido por su obra, pero no imitado, sino versionado en serio, que fue todo un éxito.
Además, Sandro ha quedado cristalizado como un ídolo transversal que recorrió varias generaciones. Es un caso único, en el sentido que las fanáticas de la época de los años 70 le legaron la pasión a sus hijas y a sus nietas. Muchas de las “nenas” de Sandro, que todavía existen en cantidad, son las nietas de las originales, en una lealtad que atravesó las décadas y las generaciones. Ese también es un rasgo bastante singular del fenómeno Sandro.
P: Mencionabas recién a Babasónicos, ¿en qué artistas jóvenes ves rastros de Sandro? ¿En Catriel y Paco Amoroso, quizás?
E: A mí me cuesta pensar en la actual música urbana en relación con Sandro, porque lo suyo tenía más que ver con lo baladístico y con la estructura más tradicional de la canción.
Lo que sí siento es que todos estos chicos -Catriel, Paco Amoroso y los todos los de la escena urbana-, tienen un anclaje muy en la cultura popular, algo que recibieron como parte de una transmisión de padres a hijos, y son parte de una cadena que une eslabones como el tango, el rock y también a Sandro, en eso eso que se llama música popular argentina de raíz urbana.
P: ¿Cómo fue su vínculo con el rock argentino?
E: Fue bastante conflictivo, pese a la relevancia que su figura tuvo en los comienzos. Él fue un gran frecuentador de La Cueva, el famoso local donde se cocinó gran parte del primer rock argentino, donde tocaba gente como Litto Nebbia, Tanguito, Javier Martínez y Bernardo Baraj, entre tantos otros.
Sin embargo, después hubo un momento en el que muchos músicos jóvenes y, sobre todo, la crítica roquera, lo acusaron de comercial y así fue dejado de lado. Sandro fue ninguneado por el rock argentino hasta que Charly García lo convoca a participar del Tango 4, su disco junto a Pedro Aznar, en aquella inolvidable canción “Rompan todo”. Y, luego, a finales de la década del 90, Sony Music hace un disco que se llamó Tributo a Sandro, en el que le rindieron homenaje bandas como Divididos, los Cadillas, Attaque 77, Los Visitantes y Bersuit.
Creo que, hacia el final de su vida, se volvió una figura bastante unánime para el rock y generó un muy buen vínculo con las nuevas generaciones.
P: ¿Eso le molestaba, ese destrato?
E: Si alguna vez desarrolló algún tipo de rencor, cuando yo lo conocí ya no lo tenía. De hecho, poco antes de enfermar, me contó que tenía muchas ganas de hacer un disco bien grabado con todos aquellos roqueros de la época de La Cueva, con Billy Bond, con Litto Nebbia, con Moris, con Pajarito Zaguri, que en ese momento estaba vivo.
Con lo que nunca tuvo feeling Sandro fue con el folclore. Era alguien que salió de un barrio y que siempre tuvo una mirada bastante citadina, urbana, que lo conectó mucho más con el rock.
P: Hablando de barrio, con todo el éxito internacional que tuvo pudo vivir en cualquier parte y nunca se fue Bandield.
E: Impresionante. Eso para mí es un caso único. Nunca se movió de un triángulo muy pequeño del sur de Buenos Aires: Valentín Alsina, Lanús y Banfield. Yo creo que esa es una de las causas por las cuales hay tanta lealtad del público para con él, porque nunca se fue, siempre se quedó.
Sandro me contó que, en su momento de mayor éxito en América Latina y la Norteamérica hispana, le ofrecieron radicarse en Miami, como para desde ahí catapultarse a todo el mundo. Un poquito lo que hizo Julio Iglesias y lo que hicieron tantos otros. Y dudó, pero al final eligió quedarse en Argentina, en ese triángulo del sur de Buenos Aires, porque ahí tenía a su mamá Nina. Él era hijo único y su mamá tenía una enfermedad fea, degenerativa, y no la quería dejar sola.
Él tuvo un vínculo muy fuerte con Nina y nunca se movió de su lado. Recién cuando Nina muere –y este es un dato para psicoanálisis- es que Sandro comenzó a blanquear sus relaciones afectivas.
P: ¿Cómo hubiera sido la historia si hubiera aceptado la propuesta de Miami?
E: Si Sandro se hubiese radicado en algún centro de la industria del disco, como por ejemplo Miami o Los Ángeles, hubiese tenido una carrera mucho más potente: tenía todas las condiciones para comerse el mundo de un bocado.
Tenía carisma, una gran inclinación al trabajo y era muy riguroso. Aun siendo muy joven, era un tipo que sabía lo que hacía, que no cometía ningún disparate, y siempre se tomó muy en serio el trabajo de “ser Sandro”. Además, sobre todo, hacía canciones buenísimas, que en vivo eran aún más poderosas. En vivo tenía una capacidad y una seducción únicas que mantuvo hasta el final, incluso cuando ya le costaba moverse. Era un animal del escenario.
P: ¿Crees que Sandro fue borrado de la historia oficial del rock?
E:El relato oficial del rock argentino es que todo empezó en Plaza Francia, en La Cueva, en La Perla y con la publicación de “La Balsa”, de Los Gatos. A Sandro, de una manera muy injusta, lo dejaron afuera de ese relato porque teóricamente era comercial, pero te puedo asegurar que en ese momento Los Gatos también eran comerciales. Tanguito también tenía un grupo llamado Los Duques, que era totalmente comercial.
Sandro fue el primero que grabó versiones de Dylan, de The Animals y de los Beatles, casi en simultáneo con las ediciones originales. En los primeros discos de Sandro hay versiones de “Ticket to Ride”, de “Blowing in the wind”, de “La casa del sol naciente”… Fue un pionero en eso que se le atribuye tanto a Manal, que es llevar al español el lenguaje del rock.
Después, es cierto, él se fue hacia la balada, pero con los años el rock demostró que podía tener distintas caras. Mi impresión es que a Sandro lo despreciaron porque tenía éxito y el éxito a veces no es bien visto desde cierto tipo de postura artística.
Lo acusaron de ser el cantante de las empleadas domésticas y le pusieron encima el estigma de mersa. Son categorías un poco antiguas ahora, anacrónicas, que no tienen nada que ver con la música.
Con información de Rating Cero