urió Fernando Pino Solanas, a los 84 años. Estaba internado por coronavirus en París. A la noticia la confirmó la Cancillería con estas palabras: “Enorme dolor por Pino Solanas. Murió en cumplimiento de sus funciones como embajador de Argentina ante la Unesco. Será recordado por su arte, por su compromiso político y por su ética puesta siempre al servicio de un país mejor”.
A mediados de octubre pasado, había anunciado que dio positivo de Covid-19; unos días después lo internaron en observación y enseguida se informó que el embajador argentino ante la Unesco se agravó y lo trasladaron a una sala de terapia intensiva.
Pino había compartido, por Twitter, desde la clínica información sobre su salud junto a una foto en la que se lo veía en una cama de hospital y con un tapabocas. En ese momento había relatado: “Quiero contarles que junto a mi mujer, Ángela Correa, dimos positivos de Covid-19, aquí en París. Por mi parte me encuentro en el hospital bajo observación médica. Mi mujer aislada en nuestra casa. Gracias por los mensajes de apoyo. Cuidémonos entre todos”.
Un referente del cine nacional
Una vez que las coyunturas políticas pasen de época, la trayectoria de Fernando Ezequiel “Pino” Solanas ocupará el privilegio inherente a los grandes nombres del cine nacional dentro de un legado indiscutido: haber generado un camino donde se ubica el derrotero del cine político argentino dentro del contexto de este movimiento en su faceta internacional, pero construyendo una identidad y una voz indudablemente propias.
Solanas fue un realizador movido por la filiación ideológica, pero también por el profundo conocimiento del medio cinematográfico, que le permitió brindar tanto obras de excepcional jerarquía artística como otras consustanciadas con las instancias políticas inmediatas, con resultados de menor vuelo, pero también de mayor repercusión y polémica debido a su urgencia.
Su muerte también clausura el último testimonio del Grupo Cine Liberación, la experiencia de cine político anclada en el revisionismo peronista donde confluyó con Octavio Getino y Gerardo Vallejo, y que era parte del denominado Tercer Cine que, originado en un escrito de Solanas y Getino de 1969, encontraría repercusión en la génesis de otros movimientos revolucionarios o de protesta en el campo del séptimo arte, como es el caso del grupo Ukamau en Bolivia, con el nombre eminente de Jorge Sanjinés; el Cine imperfecto surgido al amparo de la Revolución cubana con Tomás Gutiérrez Alea, Humberto Solás y Santiago Alvarez; el Cinema Novo brasileño que agrupó a Glauber Rocha, Nelson Pereira dos Santos y Ruy Guerra, o en Chile, con los nombres de Miguel Littín o Patricio Guzmán retratando desde un cine militante al gobierno socialista de Salvador Allende e incluso su final.