A un mes del femicidio de Paola Gómez, en La Brava aún se siente la desazón. El crimen generó conmoción pero, también, mostró las tensiones que existen en una comunidad pequeña. Un sacerdote que no marchó por la víctima para no estar junto a una agrupación feminista, un presidente comunal que se siente “en el medio de dos familias amigas”, una mujer que buscó ayuda para “no terminar como Paola” y otra preocupada por la imagen de la comunidad son algunas de las reacciones que dejó el asesinato.
No es la primera vez que el pueblo de ocho manzanas y 590 habitantes se ve sacudido por la violencia machista. En una nota publicada en el diario La Capital el 17 de diciembre de 2003 se relata otro femicidio en La Brava. La noche anterior, a metros de los pilares que marcan el ingreso al pueblo, Manuel Adolfo Márquez (en ese entonces de 29 años) le disparó un escopetazo en la cabeza a una vecina de 15 años que fue a decirle que ya no lo podía seguir viendo. Luego se suicidó. Los policías habían llegado un par de horas antes, alertados por el padre de la joven, pero se retiraron ante la amenaza de Márquez y esperaron el arribo de agentes de San Javier para ver cómo actuar. El crimen se perpetró antes de que los refuerzos llegaran.
“En La Brava pasarán muchos años antes de que se olvide la tragedia de un amor desigual que la hizo entrar en la páginas policiales de los diarios”, cerraba el texto periodístico, escrito cuando aún los medios no hablaban de violencia de género. No pasaron tantos años, apenas 13, y el pueblo ubicado a 26 kilómetros de San Javier vuelve a vivir las tensiones de un crimen tan violento.
Fuente: DiarioUno